Morí el día que decidí no abandonar este mundo.
Ese día perdí mi angustia pero no recibí nada a cambio.
Soy muerto al que se le negó un cadáver.
Y si no hay cadáver tampoco hay dolientes.
¿Quien lloraría por un cadáver en apariencia tan saludable?
Ya no canto al dolor pero tampoco a la dicha.
Mi garganta se ha hecho artrítica.
Ya no me mueve la angustia, mucho menos la dicha.
Solo inercia.