Tuesday, August 19, 2008

El minotauro en el laberinto

Caballero de lóbrega armadura, he ante ti el laberinto, donde esta apresado el minotauro. Sus muros han sido levantados con los despojos de aquellos ofrecidos al minotauro. ¿A que has venido? ¿a matar al minotauro? ¿entonces que? ¿terminara esta guerra? ¿cuantos demonios has enfrentado? ¿acaso lo recuerdas? ¿cuando comenzaste esta guerra? ¿eso otro acaso lo recuerdas?

Empuja las grandes puertas del laberinto. Frías y húmedas palpitan a tu tacto. Una ráfaga de angustia y hastió te da la bienvenida. Y he ahí la garganta profunda y oscura que espera ansiosamente por ti. ¿Porque desciendes a donde tantos han sucumbido? ¿acaso crees que derrotando al minotauro, ya no libraras mas batallas? Todo guerrero aspira terminar la guerra. Eso es todo lo que sabes.

***

¿Cuando comenzó tu descenso? ya no lo recuerdas. Pareciese que tu vida comenzó en este laberinto y que todo lo anterior es tan lejano y borroso. Estos muros se han hecho tu mundo. Estos fríos muros levantados con los despojos de todos aquellos aniquilados por el minotauro. ¡¿Cuantas batallas has librado, caballero?! ¡¿Cuan manchada esta tu armadura?!

Ha pasado tanto tiempo y finalmente el estrecho túnel se ensancha para conducir a un gran vestíbulo. Al fondo de este hay una gran puerta negra. Sabes que conduce a la cámara donde mora el minotauro. Ha pasado tanto tiempo. ¡No te has de apresurar, caballero! ¿ves esa gran calavera? tomala a guisa de asiento. sientate y aguarda el momento, que tras esa gran puerta negra, el minotauro espera por ti.

¿Que es eso que acaricias con tanto fervor, mientras observas la puerta de la cámara? ¿un hilo dorado? Ese hilo dorado que sostienes en tus manos. ¿que es? ¡Unos hermosos ojos vistos en una tarde de febrero! ¡Aquella tarde que llovió sin nubes! ¡Ese oasis al que acudes en busca de sosiego! ¡El solo deseo de retornar del laberinto! ¡Eso es! ¡Todo eso es!

¡Levantate caballero! la espera ha concluido. La gran puerta negra se ha abierto. ¿Sientes como te sofocas? Eso es, aferrate a ese hilo dorado y quizás el minotauro no te engulla. Al verte, el minotauro se yergué en su inmensidad, cierra los ojos y aspira con satisfacción, riendo entonces con tal estruendo que pareciese el laberinto reír con el. "Mi carcelero se ha presentado ante mi." Por un instante te contempla y esa mirada te arranca el alma. En sus ojos solo esta el abismo. ¿Cuanto tiempo has contemplado esos ojos sin contemplar siquiera? Es como contemplar la mirada de una serpiente. ¡¿Porque la inhumanidad nos cautiva de ese modo?! ¡Despierta caballero! El minotauro se abalanza sobre ti cual tempestad. Todo el odio del mundo te es arrojado en cada golpe. ¡Tanto hambre! ¡Tanta ira! Blande con decisión tu acero, caballero.

¡Fluye la sangre del minotauro! ¡fluye tu sangre, caballero! El laberinto aulla en frenesí. La sangre se arremolina y pesadillas carmesíes se hacen presente. ¿Cuantos han caído ante el minotauro? ¿Cuantos han caído ante ti, caballero? cada rostro asumido por ti ha hecho presencia. Toda la prole del minotauro contempla esta batalla. Toda esa ira hecha carne se abalanza sobre ti, caballero. tanta ira apresada solo anhelando merodear libre en este mundo, para así devorarlo todo y a todos. Toda esa ira hecha carne se abalanza sobre ti, su carcelero. Sus golpes queman como cal viva, su voz es como el azogue, su aliento arranca el alma, en sus ojos solo esta el abismo. Sientes como tu cuerpo tiembla ya. Cuan cansado estas ¿porque sigues luchando? ¿porque no dejarte caer? La caída sería un alivio. Solo cierra tus ojos y dejate caer.

***

¡Pero no! aun te aferras a ese hilo dorado. Aquello de lo que no puedes ni quieres desprenderte. Aferrate a ese hilo con fervor y halla un nuevo aliento en medio de la desesperacion total. Y en tanto asi sea, no has de caer. Pero tampoco el minotauro. En tanto tu tengas aliento, el minotauro tendra aliento. Y asi la la lucha durara hasta el fin de tu tiempo, porque el minotauro es a quien apresa la armadura. El minotauro eres tu.

Tuesday, July 08, 2008

Si el día de mañana muriera

Si el día de mañana muriera
Quien se percataría de que ya no estoy? acaso alguien sabrá que he muerto?
Si el día de mañana muriera
Cuantos me llorarían? Y a quien llorarían?
Si el día de mañana muriera
Les tomaría de sorpresa la noticia? O ya estaban esperando que eso pasase?
Si el día de mañana muriera
Podrían entender porque he muerto? Seguro muchos me lo reprocharan
Si el día de mañana muriera
Cuanto me llorarían? Tal vez solo un poco y luego seguirían su vida como hasta ahora
En todo caso, si el día de mañana muriera
Ninguna de esas respuestas me importaría

Wednesday, January 30, 2008

El dilema del caballero negro

¡Oh, pobre caballero negro!
¿Como podrías amar a tu dama?
¡Cuanta dulzura en su mirada!
!Cuanta alegría, cuanta vida!
Todo aquello por lo que darías tu vida.
Todo aquello para lo que tú eres negación.


¡Oh, pobre caballero negro!
¿Como podrías amar a tu dama?
¿Como podrías tocar su tez? Cuando tu armadura esta manchada en la sangre de tantas matanzas.
¿Acaso te atreverías a hablarle? Cuando en tu voz ya no queda compasión ni clemencia, ni en tu boca caben palabras dulces, solo condenas inapelables.
¿Cómo te atreverías a mirarla? Cuando en tu mirada solo queda desolación y sombras.
¿Como podrías dejarte ver por ella? Si tu mismo, ya no soportas tu propia imagen.


¡Oh, pobre caballero negro!
¿Como podrías amar a tu dama?
cuando no eres otra cosa que su negación.
Solo pereciendo la preservas.

Monday, January 07, 2008

La paradoja de Edipo

Creo en el destino. Más desearía no creer.
He pasado mi vida intentando negarlo y en ese esfuerzo solo lo confirmo.


Recuerdas a Layo, rey de Tebas, aquel a quien el oráculo predijo que concebiría un vástago que sería su verdugo y que cometería incesto con su amada Yocasta. Noches en vela, transcurrió Layo con su cabeza apretada entre sus grandes manos. Desesperado, rogaba que tal atrocidad no pudiese ser. Finalmente las dudas se despejan y solo queda la resolución: El era Layo, rey de Tebas, nacido de la raza de Cadmos y no permitiría que ni los dioses se apropiasen de su destino.
Así le ordeno a su más fiel sirviente que al nacer el príncipe lo arrebatase del lecho de su madre y lo abandonase su suerte en el bosque de Citerón, para que muriese devorado por las fieras. Pero ante el llanto de la criatura, ni la más incuestionable lealtad es suficiente para cometer semejante atrocidad. De ese modo, el sirviente lleva al niño a tierras lejanas, haciéndole creer a su rey que cumplió su encomienda.
¡Pobre Layo! ¡Si hubiese sabido que ignorando al oráculo lo negaba! ¡En tanto negándolo lo concretaba!

De este modo, el joven príncipe terminaría en manos de Pólibo, rey de Corinto y su Reina Mérope, cuyo vientre había resultado incapaz de concebir. Estos vieron al niño como un don de los dioses y por ello le criaron como si ellos mismos lo hubiesen concebido. Pasaron los años y el niño, a quien dieron por nombre Edipo, se hizo hombre. Una vez visitando Delfos, le hacen saber que la pitonisa le deseaba ver. Ya en su presencia esta le presagia que el habría de matar a su padre y yacer en el mismo lecho que su madre. Libido ante semejante destino, abandona la cueva de la pitonisa. El amaba a los reyes de Corinto, a quienes creía sus padres, y de ningún modo, deseaba cometer tal atrocidad en contra de ellos. Decidido a negar este oráculo, juro no volver nunca más a Corinto.

¡Pobre Edipo! ¡Si hubiese sabido que ignorando al oráculo lo negaba! ¡En tanto negándolo lo concretaba!

En sus errar, Edipo se cruza en un camino angosto con un carro y su sequito. Aquel que iba en el carro le exige que se aparte del camino, pues todo aquello hasta donde se alcanza a ver, le pertenece. Indignado ante tanta arrogancia, Edipo, sin siquiera saber que estaba parado ante Layo, rey de Tebas, y que este era su verdadero padre, lo enfrento matándolo a el y a todo su sequito.

¡Pobre Layo! ¡Pobre Edipo! ¡Cual juguetes del destino, cuanto han hecho para negar tan funesto oráculo y en su danza solo lo han concretado!


Tras muchas correrías, Edipo llega a Tebas y tras librarla del azote de la Esfinge, hembra terrible que devoraba a los hombres carentes de la gnosis necesaria para responder sus enigmas, gano el derecho de desposar a la reina viuda, Yocasta y regir sobre Tebas en lugar del difunto Layo. Pasaron los años, Edipo reino en paz y de su unión con Yocasta cuatro vástagos nacieron.

Pero una peste se abatió sobre Tebas y Edipo, el salvador de Tebas nada podía hacer. En pos de una solución a tan terrible plaga, Edipo hace traer a Tiresias, el adivino y este le indico que una maldición ha caido sobre Tebas porque Edipo, que se sienta en el trono de Layo y ha desposado a su reina viuda, es el asesino de Layo, pero también su vástago. Yocasta, horrorizada al entender el sacrilegio que ha cometido, abandona la estancia y en sus habitaciones se ahorca con su propia túnica. Edipo, al hallarla, comprende que al intentar evitar ese funesto oráculo, solo ha corrido hacia el. Arrebatado de dolor, toma los broches de Yocasta y se vacía las cuencas de los ojos. Cegado a si mismo, abandono el
palacio y deambulando por las calles de Tebas gritaba:

¡Oíd Tebas! ¡Oídme Bien!
¡Oíd bien a Edipo, aquel que creyó burlar al destino!
¡Solo aquel ciego al destino puede creerse dueño de este!
¡Solo aquel ciego al destino puede ser libre!