Viajar en el bus... el mismo viaje, pero no. Una rutina marcada de ínfimos incidentes que no recuerdas pasado el tiempo. De hecho, son esos eventos mas relevantes en el momento son los que menos recuerdo. Esos eventos ocurren una y otra vez hasta hacerse indistinguibles. Son esas cosas ínfimas e inverosímiles las que se aferran a mi memoria.
Recuerdo esa ocasión en la que iba de regreso a casa. Iba sentado en la ultima fila, absorto en mi pensamiento, con los ojos fijos en mi rodillas; muy poco interés me despiertan los demás. De repente aparece una mano en mi campo de visión que me ofrece una mandarina. Atónito, no se si molestarme, porque lo menos que puedo pensar es que se la esta ofreciendo a otra gente al lado mio y yo solo algo en el medio. Levanto los ojos y ahí una muchacha trigueña de cabello negro que me preguntaba ¿quieres? No era fea, pero tampoco particularmente bonita. Pero tenia un aire de que el mundo aun no la había tocado y todavía soñaba con los ojos abiertos. Solo atine a agarrar la mandarina y decir gracias, aun apenado por sentirme tentado a lanzarle una dentellada por la sola osadía de entrometerse en mi espacio. Estuvimos hablando durante todo el trayecto, mientras yo solo pensaba en porque me dio esa mandarina.
Nos cruzamos otras dos veces y tan súbitamente como apareció con su mandarina, así mismo desapareció de mi vida. De ella solo recuerdo que se llamaba roberta y que usaba una falda blanca el día que la conocí. Ya ni siquiera la memoria de su rostro queda. Aun hoy a veces la recuerdo y me pregunto ¿porque me ofreció esa mandarina? ¿que te impulsa atener ese gesto con un total extraño? ¿que fue eso que vio? Quizás no haya nada que preguntar y fuese algo tan simple como un ¡¿por que no?!
Recuerdo esa ocasión en la que iba de regreso a casa. Iba sentado en la ultima fila, absorto en mi pensamiento, con los ojos fijos en mi rodillas; muy poco interés me despiertan los demás. De repente aparece una mano en mi campo de visión que me ofrece una mandarina. Atónito, no se si molestarme, porque lo menos que puedo pensar es que se la esta ofreciendo a otra gente al lado mio y yo solo algo en el medio. Levanto los ojos y ahí una muchacha trigueña de cabello negro que me preguntaba ¿quieres? No era fea, pero tampoco particularmente bonita. Pero tenia un aire de que el mundo aun no la había tocado y todavía soñaba con los ojos abiertos. Solo atine a agarrar la mandarina y decir gracias, aun apenado por sentirme tentado a lanzarle una dentellada por la sola osadía de entrometerse en mi espacio. Estuvimos hablando durante todo el trayecto, mientras yo solo pensaba en porque me dio esa mandarina.
Nos cruzamos otras dos veces y tan súbitamente como apareció con su mandarina, así mismo desapareció de mi vida. De ella solo recuerdo que se llamaba roberta y que usaba una falda blanca el día que la conocí. Ya ni siquiera la memoria de su rostro queda. Aun hoy a veces la recuerdo y me pregunto ¿porque me ofreció esa mandarina? ¿que te impulsa atener ese gesto con un total extraño? ¿que fue eso que vio? Quizás no haya nada que preguntar y fuese algo tan simple como un ¡¿por que no?!
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