Cuatro paredes sucias y desconchadas. Oigo en la radio una melancólica tonada, mientras el cuarto es bañado por la luz artificial de un foco de cien vatios, que se funde con esa mortecina luz de una tarde de diciembre. Ahora entre solo cuatro paredes sucias y desconchadas, queda solo un yo que renace, una serpiente que abandona su vieja piel.
A veces sueño unos ojos cafés que una vez vi en una plaza.
A veces sueño un no, que ya no me importa, ni me duele, porque esa boca es solo olvido.
A veces sueño gotas de lluvia que pasean por mi cara.
A veces sueño lazos vacíos con seres que ya no son mis iguales.
A veces sueño una noche que estuve en un juego del que no se me participo.
A veces sueño estentóreos gritos de soledad de un desterrado.
Imágenes, solo imágenes.
Imágenes que parecen palabras.
Palabras que al escribirlas son como mariposas negras.
Mariposas negras que jamás se dejan atrapar.
Tarde del 30 de diciembre 1998
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